domingo, 11 de octubre de 2009

Mi Confrontación con la Docencia

¿Cómo y porqué me inicio en la docencia?

Tengo que remitirme al lejano año de 1976, cursaba el sexto semestre en la Voca 4 (CECyT 4) y prestaba mi servicio social en la secundaria No. 19 del D.F. Apoyaba a los alumnos cuando un profesor no podía dar su clase, repasando con ellos alguno de los temas que se les dificultaban especialmente de matemáticas o química.
Más atrás en el tiempo, hubo una persona que influyó bastante, quizá sin saberlo él, para que me naciera el gusto de impartir clases: mi profesor de 5º y 6º grado de primaria, Pablo Alfonso Morales Isunza (q.e.p.d.). Y otra gran influencia lo fue también mi maestro de mate en la secundaria, un ingeniero agrónomo que sólo daba clases a mi grupo, el maestro Trimmer, con gran personalidad, y cuya manera de explicar el álgebra y la trigonometría me tenía absorto imaginando que era yo quien exponía la clase.
Desde el quinto año de primaria, y a raíz de un experimento que hicimos para identificar las grasas de los alimentos, decidí que estudiaría ingeniería química en la UNAM; sin embargo, ya en la vocacional, durante una clase de álgebra el profesor nos pidió que preparáramos una pequeña nota que leeríamos al grupo una vez a la semana, como parte de las actividades extra clase. Recuerdo que preparé mi nota sobre la muerte de Terry Kath, guitarrista y cantante de la banda Chicago Transit Authority (mejor conocida como Chicago), quien jugando a la ruleta rusa se pegó un tiro, en tanto que uno de mis compañeros habló sobre los metales, sus propiedades y los beneficios que había obtenido la humanidad desde se descubrimiento y utilización. Esa nota me fascinó de tal manera que, al ingresar a la ESIQIE en Zacatenco, decidí cambiar la ingeniería química por la metalúrgica pues combinaba las dos ciencias que eran lo máximo para mí en ese momento; así, me gradúo en agosto de 1982 y el 28 de junio del 84 me titulo como Ingeniero Metalúrgico presentando la tesis experimental “Obtención de Óxido de Magnesio a partir de la Dolomita Calcinada”. Cabe mencionar que otro profesor que por ese tiempo fortaleció mi deseo de impartir clases fue el Ing. Martín Matienzo Meza, quien me aconsejó capacitarme en pedagogía si tomaba esa decisión.
Justo después del examen profesional mi asesor de tesis, el Ing. Felipe Carrillo Romo, a la sazón jefe de la especialidad de Metalurgia No Ferrosa, me ofreció dar clases; la novatez, la falta de orientación adecuada y la necesidad de probarme en el campo laboral me hicieron rechazar esa oferta y me integré al trabajo, a pesar de que junto con la satisfacción de haber concluido mis estudios me quedó un gratísimo sabor de boca por la exposición que hice de mi trabajo de tesis.
Durante mi desarrollo profesional tuve la oportunidad de participar en diversos cursos de capacitación impartidos a trabajadores, directivos y alta dirección; también de forma particular di asesorías y capacitación en informática, manejo de aplicaciones de software y cursos de motivación, entre otros. Pero no fue sino hasta febrero del 2006 que tuve la oportunidad de integrarme al equipo de trabajo del CETis No. 29 como jefe administrativo; y apenas recién en 2007 impartí la asignatura Administración de Bases de Datos del cuarto semestre, el curso de Inducción a alumnos de nuevo ingreso, en 2008 Química II y actualmente Operación de Equipo de Cómputo.
Ser profesor en cualquier nivel es una gran responsabilidad, más considero que en educación media superior la relevancia es mayor, puesto que es en esta etapa donde los jóvenes están en el parteaguas de sus vidas; es cuando se toman las decisiones más importantes porque aquí decidimos lo que seremos en el futuro. Para mí el compartir conocimientos es algo que me llena de satisfacción; el explicar, dar argumentos, poner ejemplos, debatir, discutir, concluir, interactuar con mis pupilos, intercambiar ideas, opiniones, conocimiento, experiencias… un sinnúmero de factores que hacen de esta disciplina una de las más fascinantes, a pesar de lo ingrata que resulta a veces por otras causas.
El convivir con adolescentes invariablemente me remonta a la época en que yo lo fui, con la ventaja de que tengo un bagaje de conocimientos y experiencias que en ese momento ni soñaba con tener. Y ser profesor en EMS me ha permitido ver en mayor perspectiva un valor importantísimo: la tolerancia. Que platiquen, griten, digan palabrotas, no pongan atención, en sí que muestren su inquietud, su aprobación o su insatisfacción cuando están en el aula, es una prueba a la tolerancia del profesor. Considero tener un buen control de grupo, aunque reconozco que a veces no tolero ciertas cosas y puedo actuar impulsivamente; por fortuna son las menos, pero eso es algo en lo que tengo que trabajar y para eso estoy aquí. Carencias y defectos como docente, tengo muchos; la formación requiere tiempo y muchas horas frente a grupo, es decir, mucha práctica… y mucho estudio. ¡Vaya que hay que estudiar! Sobre todo para los que no tenemos preparación pedagógica.
En fin, las circunstancias que me han hecho transitar este camino también han moldeado el carácter y fortalecido la primigenia intención de dedicarme a la docencia, si bien no como única actividad, sí como la que alimenta mi espíritu y me permite dar algo de lo mucho que he recibido a lo largo de mi vida, pero sobre todo se convierte en una experiencia de vida con una gran misión: preparar para la vida a jóvenes bachilleres a través de una educación integral. Punto.

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